Una de las cosas que pensé que haría cuando inició la cuarentena por la pandemia fue leer. Leer mucho. Leer como si no hubiera un mañana. Entregarme de nuevo a esas orgiásticas jornadas de lectura en las que no me levantaba de la cama o el mueble salvo para almorzar o cenar y que terminaban sólo cuando el libro se me resbalaba de las manos y yo ya no me daba cuenta, ni de eso ni de que ya asomaban las primeras luces del nuevo día. Y a las pocas horas, vuelta a empezar, y así una y otra vez hasta que algo o alguien, me sacara de ese círculo delicioso.
Pero no fue así. Cualquier intento de leer un libro en esos primeros días de la cuarentena no prosperó, derrotado por la novedad de la situación y el temor al contagio, que me tenían más pendiente de las noticias que de otra cosa. Eso y las interminables rutinas de limpieza y desinfección que me dejaban cansado y estresado, sin ganas de mucho más. Y aparte había que trabajar claro. Cuando las semanas se fueron convirtiendo en meses, encontré que el rol de amo de casa se había apropiado de mi y me absorbía cada vez más. Luego, ya con la práctica fui dominando las labores hogareñas y me empezó a quedar algo de tiempo libre. Quizás ahora, me dije.
Sin embargo descubrí que había perdido capacidad de concentración para la lectura. Y eso me dura hasta ahora. Incluso cuando el libro me resulta interesante hay factores que me distraen, como cuando hablan de una ciudad que no conozco y entonces se me ocurre googlear para ver las calles o lugares descritos de esa ciudad. Si se trata de alguna obra histórica también me voy a Internet a buscar los rostros de los personajes de la novela, o si los hechos realmente fueron como los narran. Si se toca alguna teoría científica me resulta inevitable informarme sobre esa teoría antes de seguir leyendo. Y así es como de la lectura paso al celular y ese monstruo cuando te atrapa difícilmente te suelta.
Además también hay cosas que antes pasaba por alto, como una mala traducción o una traducción para la cual no soy el público objetivo, digamos una pensada solo para lectores de España. Ahora realmente me cuesta ignorarlo. Me cuesta tanto como encontrarme con tramas ya leidas en cincuenta variaciones diferentes, personajes que no me capturan, temáticas o tratamientos que no me convencen, en resumen, escritores no muy originales o decididamente malos. Antes si un libro me aburría igual me lo terminaba, ahora simplemente lo dejo. Y cuando dejas varios libros seguidos ya pierdes ganas de tomar otro.
Es así que los días pasan y que entre las ocupaciones rutinarias y la procastinación usual siento que me falta algo, me invade una melancolía incierta y pronto me doy cuenta que realmente extraño ese pasar de páginas en el que inadvertidamente se deja de ser uno mismo para ser un soldado tracio en guerra contra el imperio romano, un entradista al borde del canal Kefahuchi, un hechicero albino en constante lucha contra los poderes de su propia espada. Curioso es, por decir lo menos, que justo cuando la realidad se ha vuelto más dura, no puedo evadirla.
¡Gracias por llegar hasta acá! La situación sigue complicada en el Perú, mi país, como en muchos otros países. Pero adicionalmente al tema de la pandemia tenemos un clima electoral que sólo hace avisorar peores tiempos, ya no se trata de votar por el menos malo, ahora es votar entre dos super malos. En fin, ya hablaremos de eso otro día.
La semana pasada publiqué en el blog un post que espero sea el inicio de una serie, trata sobre hackspaces, unos lugares que me parecen geniales, y en los que he aprendido mucho, además de haberla pasado bien y haber hecho buenos amigos, como fue mi experiencia en Escuelab, un hackspace que hubo en Lima hace unos años.
Hackerspaces y otros espacios colaborativos en Latinoamérica
Y recién nomás publiqué otro post que también es parte de una serie, en este caso para dar una manito muy básica a quienes quieran abrir su cuenta en Substack y tener su propia newsletter.
Mini tutorial para abrir una cuenta en Substack (I)
Cambiando de tema, si son fans de la historia, les recomiendo este video que tomé la última vez que visité las Huacas del Sol y la Luna, en Trujillo. Si les interesó pueden ver todo el playlist acá.
Finalmente, para cerrar la edición del boletín les dejo una foto que subí hace unos días al Instagram y que se relaciona con el tema de la lectura y la literatura.
¡Que tengan un buen día!
Y muchas gracias a todos los que leen y recomiendan este boletín. Si aún no te has suscrito, puedes hacerlo cliqueando este botón:
Si te ha gustado esta lectura ¡Compártela!
Y si tienes algo para comentar, ¡no dudes en hacerlo!
Me pasó lo mismo al inicio de la pandemia, casi no podía leer, asi que me dediqué a ver películas. Ahora mismo estoy retomando las lecturas, incluso escuchando a través de audiolibros y podcasts, mientras corto las verduras :) Pero para variar, la situación política no da tregua y distrae un montón, pero seguiremos intentando!